(Lilly «Astrología cristiana”)
Amigo mío, quienquiera que seas, tú que con tanta facilidad recibirás el beneficio de mis duros estudios, tú que intentas proseguir en este conocimiento celestial de los astros; en primer lugar, considera y admira al Creador, dale gracias, y sé humilde, y no dejes que el conocimiento natural, por muy profundo o trascendente que sea, exalte tu mente para descuidar esta Divina Providencia, por cuyo orden y designio todas las cosas celestiales y terrenales tienen su movimiento constante: cuanto más se amplíe tu conocimiento, más ensalzarás el poder y la sabiduría de Dios Todopoderoso, lucha por preservar su favor porque cuanto más sagrado sea tu arte, y más cercano a Dios, más puro será el juicio que darás.
Huye del orgullo y la presunción, recuerda que en los primeros tiempos ninguna criatura irracional osaba ofender al hombre en el Macrocosmos, sino que lo servía y obedecía fielmente; siempre que éste fuera dueño de su razón y sus pasiones, hasta que llegó a someter su voluntad a la parte irracional. Pero ¡ay!, al abundar la iniquidad y dar el hombre rienda suelta a su propio afecto, y abandonar la razón, entonces todas las bestias, criatura y cosa externa dañina, se rebelaron a sus órdenes. No abandones (¡oh, hombre!) a tu Dios: luego considera tu propia nobleza; porque todas las cosas creadas, tanto presentes como venideras, fueron creadas para tu bien; sí, Dios se hizo hombre por ti: tú eres esa criatura que, habiendo conversado con Cristo, vive y reina sobre los cielos, y se asienta sobre todo poder y autoridad. ¡Cuánta supremacía, privilegios y ventajas te ha otorgado Dios! Tú puedes contemplar los cielos, concebir el movimiento y magnitud de las estrellas; tú hablas con los ángeles, sí, con el mismo Dios; tú tienes a todas las criaturas bajo tu dominio, y mantienes sometidos a los demonios. No dejes, pues, que la vergüenza deforme tu naturaleza, o no te haga merecedor de tales dones, o te prive de ese gran poder, gloria y bendiciones, que Dios te ha concedido, y que te denegaría por poseer unos pocos placeres imperfectos.
Habiendo considerado a tu Dios, y a ti mismo, mientras eres su siervo, recibe ahora la enseñanza como si en su práctica yo te hubiese conducido.En tu diaria conversación con los cielos, instruye y forma tu mente de acuerdo a la imagen de la Divinidad; aprende todos los ornamentos de la virtud, sé instruido en ella suficientemente; sé humanitario, cortés, familiar con todos, fácil de acceder; no aflijas al desgraciado con el terror de un dictamen cruel y ruega a Dios para que te impida hacerlo; sé cívico, sobrio, no codicies las riquezas; da limosna al pobre, tanto en dinero como en dictamen; no dejes que la riqueza mundana te induzca a juicios erróneos haciéndote deshonrar el arte. Sé parco al emitir juicios contra la riqueza común en la que vives; evita la ley y la controversia; en tu estudio sé totus in illus, para que puedas ser singulus in arte. No seas extravagante, o deseoso de saberlo todo; no seas aliquid in ómnibus; se fiel, tenaz, no traiciones los secretos de nadie. Enseña a todos los hombres a vivir bien; sé un buen ejemplo tú mismo; ama a tu país natal; no te desalientes si hablan mal de ti, conscientia mille testes. Dios no deja el pecado sin castigo, ni la mentira sin vengar. (…).
