SOBRE LA MONARQUÍA HISPÁNICA (Tomaso Campanella muy actual)

VIII. De la oportunidad y de las causas por las que puede engrandecerse o debilitarse la Monarquía de España.

Además de aquello que se ha dicho de la prudencia y de la ocasión, que radica en la desunión de sus enemigos débiles, lejanos y de religiones y estados opuestos, debiéndose añadir a esto su maravillosa navegación y admirable vuelta al mundo bajo los auspicios del Papa, pasaremos a analizar con detenimiento, por lo que se refiere a la pluma, pues no debe escribirse de los grandes secretos de estado, aquellas acciones de hechos concretos, que debilitan a la monarquía extranjera y fortalecen a la nuestra.
Así pues, las causas con las que puede engrandecerse la monarquía española, son éstas: la virtud del rey; la bondad de las leyes oportunamente hechas; la sabiduría del Consejo; la justicia de los oficiales; la obediencia de los nobles; la abundancia y disciplina de soldados y capitanes; la seguridad del tesoro; la unión de los reinos propios; la desunión de los extranjeros; el amor de los pueblos entre sí y para con el rey, y los buenos predicadores en favor del poder.
Por el contrario, las causas que pueden arruinarla y debilitarla son: el vicio del rey, unas malas leyes, la ignorancia del Consejo, la injusticia de los oficiales, la poca disciplina, la escasez de dinero, la distancia y división de los reinos propios, la concordia entre los extranjeros, el odio de los pueblos entre sí y hacia el rey, y los profetas, verdaderos o falsos, sublevados contra el poder. Todas estas cosas, sin embargo, es necesario examinarlas con prudencia, ya que la ocasión le es propicia.

IX. De las virtudes que hacen al rey monarca (el buen gobierno)

No puede gobernar el mundo quien no sabe gobernar un imperio, ni un imperio quien no sabe gobernar un reino, ni un reino quien no sabe gobernar una provincia, ni una provincia quien no sabe gobernar una ciudad, ni una ciudad quien no sabe gobernar una aldea, ni una aldea quien no sabe gobernar una familia, ni una familia quien no sabe gobernar una casa, ni una casa quien no sabe gobernarse a sí mismo, ni sabe gobernarse a sí mismo quien no es capaz de someter sus pasiones a la razón, y no sabrá tampoco someterlas si no se somete a Dios, porque al rebelarse contra Dios, que es la sabiduría suprema, todas las cosas que a Dios están sometidas se rebelarán contra él, pagándole con la misma moneda, cosa absolutamente lógica en todos los campos de la actividad humana.

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