DE LAS DISCORDIAS MUNDANAS (Por Robert Flud)

Después de tratar de la concordia mundana, lo siguiente es emprender el discurso sobre la razón de sus discordias. De todo lo dicho anteriormente ha quedado demostrado con claridad que el caos estaba constituido antes de la ordenación final del mundo por proporciones en conflicto y que no había en aquella masa informe nada de concordia, según aquello del poeta: lo frío luchaba con lo cálido, lo húmedo con lo seco. Así pues, por estas causas, a saber: las incursiones hostiles del macrocosmos y la relación pacífica de éste, se producen los efectos, ya que en el comienzo del calor motivado surgió también la frialdad, su contrario, y entre ambos, que se hacen mutuamente la guerra, intervino la humedad como un tercer factor en tanto que formada de aquellos dos; y, sin embargo, de ningún modo se ajusta enteramente a cualquiera de dichos extremos, puesto que participa ciertamente de ambos, de donde ocupa el lugar central entre ellos.

Por esto, pues, la sequedad, sin apartarse nunca de uno y otro extremo, mantiene perpetua guerra con su contrario, la humedad, de tal modo que la una persigue a la otra con una hostilidad sin límite. y así, la naturaleza infinita, interrumpiendo estos encuentros belicosos en la naturaleza del macrocosmos, hizo de lo confuso cosas separadas y equilibradas: en virtud de la cual lo ligero subió a las regiones más altas, lo pesado, en cambio, se asentó bajo la arena húmeda, de tal modo que, como diré por boca de Trismegisto, cualquiera de ellos es conducido por el espíritu ígneo a un lugar a propósito y proporcionado.

Ordenadas así todas estas cosas en el cielo etéreo, cada planeta se encontró en su exaltación propia, ya que éstos estaban situados en el zodíaco celeste de tal modo que los que eran de naturalezas contrarias, distaban mucho entre sí. De aquí que el sol, en el primer instante de su creación, se encontró exaltado en Aries, la exaltación siguiente al cual correspondía a la luna, puesto que el primero dio al segundo de su substancia y ésta es como esposa o mujer y poseía a Tauro. Del mismo modo, Júpiter, benévolo en extremo para con el sol y la luna, se exaltaba en Cáncer, Mercurio en Virgo, Saturno, en cambio, sumamente malévolo para el sol, distaba de éste el semidiámetro entero de todo el cielo y estaba exaltado en Libra. Marte, finalmente, exaltado en Capricornio, distaba lo mismo del sol que de Saturno. y fueron de tal modo dispuestas todas estas criaturas del cielo que entre sus cualidades ningún conflicto se ponía de manifiesto. Sin embargo, después de que con su movimiento natural se han situado en un aspecto maléfico, lo que comúnmente sucede todos los años desde su origen, producen efectos conflictivos en las regiones inferiores, por los cuales las disposiciones de estas regiones son o absolutamente destruidas y extirpadas o notablemente abatidas y debilitadas, y esto a causa de las influencias maléficas de los planetas que están en malos aspectos, las cuales son peores cuanto peor es aquel planeta de entre los que se relacionan que, en el momento de su aspecto, es el más fuerte y potente. Por tanto, llaman maléficos a los planetas Saturno y Marte puesto que, de modo natural, extienden sus proporciones duplas tendentes hacia abajo a esferas incongruentes y contrarias a sus naturalezas. De donde, producen una harmonía corrupta y efectos más accidentales que naturales para las cosas inferiores y, sobre todo, para las vivientes, como anteriormente se ha dicho: pues todos los planetas son buenos en sí mismos, pero sus influencias, aunque por sí mismas también lo sean y principalmente la de estos dos a causa de las razones ya alegadas, llevan a cabo efectos perniciosos en los cuerpos no dispuestos adecuadamente para recibir sus influencias y naturalezas, de modo que la culpa no está ciertamente en el que da, sino en el que recibe, lo que también parece confirmar Yámblico con estas palabras: las cosas celestes no son malas, aunque aquí se reciban como tales, pues todas las fuerzas de los cielos descienden buenas desde allí, sin embargo, en esta mezcla con los contrarios se transmutan y, por eso, la cualidad que hace daño en la tierra es distinta de aquella que hasta aquí había venido del cielo, palabras cuya razón es confirmada con certeza por el efecto de nuestra filosofía, pues, hablando primeramente en general, la esfera del agua recibió las influencias de Marte por medio de la consonancia de diapasón, pero las recogió la naturaleza contraria a la esfera de éste, por lo que, invisiblemente, lucha el fuego con el agua y ésta, resistiendo más allá de su propia naturaleza, resulta perturbada. Igualmente, Saturno proyecta sus influencias con la misma proporción en el fuego, quien, al recibirlas, actúa de la misma manera que sufre en aquellos cuerpos más particulares. Vemos que la fuerza de Saturno es retentiva y, por accidente, hace con frecuencia daño cuando se recibe de una materia muy fría: entonces, en efecto, perjudica porque es recibida, como la mayoría de las veces, mediante congelación. Del mismo modo, sabemos que la fuerza de Marte es motriz y vemos que sus influencias son nocivas cuando aquélla se recibe de una materia muy cálida; entonces, dicho planeta perjudica, ya que es recibido mediante ardor. Ciertamente, todos estos daños no se producen a causa del efecto maléfico de las influencias, sino por la mala disposición de la materia. Del mismo modo, la densidad y la ligereza de ésta pueden también tener culpa.

Encontramos, además, que a veces la debilidad del sujeto es la causa de que los rayos y las influencias. benéficas produzcan efectos maléficos en él; ciertamente, sucede alguna vez que la luz del sol daña los ojos de un sujeto débil y que su calor y rayos estivales hacen daño asimismo a los más fuertes ‘y biliosos. Así también, hallamos que el influjo de Mercurio y el de Venus desencadenan a veces flatos y vientos en el aire; y la experiencia muestra que se engendraron sórdidas úlceras en la naturaleza biliosa mezclada con un superfluo humor pituitoso por las influencias de Marte y de la Luna situados entre sí en malos aspectos como cuadratura, conjunción u oposición, puesto que la naturaleza ígnea de Marte con la naturaleza acuosa de la Luna lleva progresivamente a la corrupción hasta el punto de producir una materia purulenta. Igualmente, Marte y Saturno, al encontrar sujetos contrarios, ya sea en hombre ya en animal, enferman a éste, por lo común con peste, fiebre pútrida o con enfermedades semejantes, mientras que otros animales de la misma especie, por la falta de materia contraria a la naturaleza marciana y saturniana, reciben libremente el influjo de estos planetas sin peligro y sin alteración alguna manifiesta.
De todo lo cual resulta evidente que, aunque todos los influjos celestes lleguen benéficos por sí mismos, a veces, sin embargo, la perversidad o debilidad del sujeto no puede soportar las naturalezas de los cuerpos superiores. Por la misma razón también, después de que cada naturaleza de la región de los elementos, indiferenciada en otro tiempo y confusa, hubo sido ordenada en proporciones consonantes según las reglas de las concordancias, la tierra obtuvo el lugar más alejado del fuego, su contrario. Del mismo modo, el agua fue puesta entre el aire y la tierra para que no lucharan de nuevo. Más aún: la esfera de la espúrea igualdad se interpuso entre la frialdad del agua y el calor del aire, y así, por causa de esta esfera central que participa por igual de ambos, se mantiene la paz entre estas esferas correspondientes a los elementos opuestos entre sí, como se ha dicho más arriba. De este modo, pues, allí donde se rompen los vínculos de paz de los cuerpos más simples vemos los efectos de la lucha y de la discordia en los elementos. Por ejemplo: si el fuego se mezcla con el agua, se producen truenos y rayos; si se mezcla en una gran proporción con el aire, aparecen relámpagos, cometas y demás meteoros ígneos; si lo hace la frialdad de la tierra con el aire, se condensan y reúnen en éste las nieves y granizos; si el agua con el aire, nieblas y nubes. De este modo se lleva a cabo a veces la confusión de las consonancias y aún de los mismos tonos, y todos estos accidentes producen en la región más baja del mundo las enfermedades de los cuerpos más simples, esto es: de los elementos. También en los cuerpos compuestos nace a veces un gran conflicto, perjudicial para el cuerpo, que se produce o por la violación de los lazos que unen los elementos que los integran o por la desigualdad de la proporción entre un elemento y otro, de todo lo cual no es nuestro propósito tratar más extensamente aquí, puesto que, a causa del ancho campo de este tema, sería más tedioso que conveniente para este nuestro discurso músico. Así pues, concluimos esta nuestra música mundana con el siguiente axioma: hace resonar el sol su diapasón para la generación y la tierra hace resonar el suyo para la corrupción.

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