Sobre qué es el alma y el espíritu. (Robert Flud)
Ahora se ha de saber qué es el espíritu, el cual se une con el alma, color de la vida, forma y esencia purísima y simplicísima de la luz; por lo cual, debemos observar en primer lugar de cuántos modos se percibe el espíritu, puesto que se llama de este modo a múltiples cosas. En efecto, Dios es llamado espíritu, y del mismo modo, llamamos espíritu al aire, viento y flato atraído hacia las mansiones del corazón. y este espíritu no puede llamarse alma, puesto que se hace distinto con la diferencia de aire, sino que por espíritu, aquél que está junto al alma o luz, entendemos aquel vehículo del alma por medio del cual ésta es conducida, como el contenido en el continente, como la llama en la lámpara de aceite, o como el esplendor o rayo del sol en el aire. Y fue por esto por lo que los platónicos dividieron al hombre en alma luminosa espíritu intermedio o etéreo y cuerpo opaco. Por tanto, se llama al alma chispa de luz que mueve al espíritu, en el que, como en una nave, parece que navega a través del mar del mundo en primer lugar y, más tarde, a través del líquido corpóreo, y anima el cuerpo, esto es: le vivifica.
El espíritu, en cambio, es entendido como naturaleza espiritual, o sea: fue llamado espíritu aquello que sopla en el cuerpo. Por otra parte, parece que el alma y el espíritu son la misma cosa en el cuerpo, aunque la primera signifique algo distinto del segundo, porque la luz simple no puede existir en el cuerpo sin espíritu, y del mismo modo, éste por sí mismo no es capaz de actuar sin la chispa de la luz. Por tanto, el espíritu se refiere a la substancia, el alma a la forma y a la fuerza vivificadora. Así, pues, ésta actúa y aquélla padece, y ambas se unen entre sí según su esencia y según las leyes de la naturaleza hasta el punto de que nadie, salvo Dios, puede separar una de otra; lo que parece dar a entender también el apóstol con estas palabras: el Verbo de Dios es vivo poderoso más penetrante que toda espada de dos filos y su fuerza llega a separar el alma del espíritu) con las que parece demostrar que es imposible que se produzca separación alguna entre ambos, a no ser por el Verbo Divino; cosa que, ciertamente, puedo yo mismo probar, instruido por la experiencia en la anatomía de cierta criatura, donde vi el espíritu virginal y transparente por todas partes adornado con los rayos del alma, a quienes el ingenio humano no sabía separar.
Por esta razón, aunque difieran entre sí como la materia y la forma, el agente y el paciente, o el aire y el fuego, Sin embargo, puesto que han sido ordenados por la naturaleza o creados por Dios de este modo, no pueden encontrarse de otra manera hasta que aquellos vínculos indisolubles sean desatados sólo por el, mismo que los anudó. De donde se dice que el espíritu es una misma esencia con el alma, y parece que la luz y el espíritu componen esto mismo que llamarnos alma; son lo mismo, digo, por esencia, pero difieren en cualidad no menos que, en la Trinidad, el Padre del Espíritu Santo, quienes son, sin embargo, lo mismo en cuanto a la esencia supersubstancial. Así, pues, se dice que el espíritu es uno y el mismo para sí, y que es alma para el cuerpo.
Se habla además de espíritu en cuanto que es la substancia racional, por la razón dicha anteriormente, y de alma en cuanto que da la vida al cuerpo. Por lo que se encuentra en las Escrituras lo siguiente: quien haya perdido su alma la salvará esto es: quienquiera que, por causa de DIOS, haya despreciado esta vida con agrado, vida que consiste ahora y transitoriamente en la vivificación del cuerpo mortal, recibirá en el futuro la misma vida eterna e inmortal del alma y del cuerpo mortal. Por todo lo cual, es evidente que el alma, en su propia denominación, es entendida a veces como la vida o facultad vital. Y, sin embargo, otras veces se hace más amplia su acepción, y se entiende como unión de la mente, del espíritu racional y de la chispa de la vida con el espíritu intermedio, vehículo de ella; y entonces la llamamos con el vocablo más conveniente de ánimo, por el que entendemos a todo el hombre interno. De aquí que se tome en las Sagradas Escrituras el ánimo por el corazón, pues igual que el corazón es el centro y la parte interior del cuerpo, del mismo modo el alma, o mejor: el ánimo es el núcleo del hombre invisible e interno. Así, pues, dicho ánimo, iluminado por la sabiduría divina, mira hacia su principio y se conoce a sí mismo. Pero leemos en casi todos los lugares de las Sagradas Escrituras que el alma, entendida como la vida de la criatura, no sólo fue atribuida a los hombres, sino también a los brutos. Ahora bien, a veces, mejor dicho, casi siempre, es usado el vocablo alma por los filósofos y por los mismos teólogos para designar al hombre interno o ánimo, y nosotros hemos usado alguna vez también este vocablo con esta misma acepción.

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